Lo conocemos todos. No le damos crédito, no lo sistematizamos como tal por iniciativa propia, pero el lenguaje de las posturas nos resulta tan familiar como la vida misma.
¿Por qué reconocemos a un amigo a lo lejos, mientras anda de espaldas a nosotros? Sencillamente, porque tenemos registrada su postura paseante en nuestra memoria. Tan es así, que un amigo reconocido de esta forma bien podría decir, como Quevedo, “hasta por el culo me conocen”.
Lo primero que expresa la postura de una persona que se encuentra junto a otra, en un grupo, son sus sentimientos y actitudes hacia quienes le rodean.
Las posturas clon
¿Qué piensas cuando ves en un grupo a dos personas con unas posturas casi miméticas? Pues que quizá sean amigos, aunque no es necesario; pero a buen seguro que están en sintonía entre ellos con respecto a los demás del grupo; es decir, están de acuerdo y se siente cómodos mutuamente. Es la postura clon, o el eco de la postura: se refleja mutuamente entre las personas que están en sintonía. Hasta tal extremo, de que si una cambia de postura, las demás que están en sintonía se adaptan a la nueva postura.
Esto permite conocer las sintonías entre personas en un momento dado, aunque hayamos oído por donde discurre el debate entre ellos. Es el caso, por ejemplo, cuando vemos fotografías de prensa o imágenes de televisión referidas a una reunión de un grupo de políticos, empresarios o representantes institucionales. Las posturas corporales nos mostrarán una pista clara de quienes tiene una clara sintonía en sus posturas.
Igualmente la postura nos orienta sobre elementos de casta. El estatus marca y cuando se reúne un grupo de personas de posición social marcadamente diferente, nos encontraremos con la sintonía corporal entre quienes tienen estatus similar.
La postura desnuda tus pensamientos
Pero la posición del cuerpo no indica únicamente la sintonía entre personas. También pone de manifiesto la falta de sintonía. Dos personas hablan aparentemente en cierta sintonía, pero una de ellas inclina su cuerpo y pone las piernas apuntando hacia el lado contrario de su interlocutor, que casualmente es el lado donde se encuentra la puerta de salida. Es evidente que está disimulando su escaso entusiasmo por la conversación, pero le traiciona el gesto, ya que su cuerpo está apuntando hacia donde realmente querría estar: en la salida. Está deseando irse a la mínima oportunidad.
Una evidencia de que alguien no está prestando atención a lo que le dice su interlocutor, al que aparenta escuchar, es el hecho de que su cuerpo esté orientado en otra dirección. Si llega a darle la espalda, diríamos que el rechazo es total. Realmente una manera de expresar el rechazo hacia otra persona es darle la espalda totalmente. Ese rechazo tiene diferentes grados, el máximo es precisamente la espalda. Cuando se produce, cuando alguien da la espalda totalmente a su interlocutor, la conversación de interrumpe. Igualmente, si su mirada no se dirige al interlocutor, sino que apunta en otra dirección, lo que está poniendo de manifiesto es que su interés está en otros temas y en otro punto, precisamente hacia el que se dirige la mirada.
Marcando barreras
Cuando se da esta falta de sintonía, igualmente aparecerán barreras corporales, sobre todo cuando se dan circunstancias que obligan a las personas a una proximidad física que no desean. Dos personas en un banco, en el metro, en el ascensor, etc. van a combatir la cercanía no deseada con orientaciones del cuerpo, colocación de brazos y piernas, etc. a modo de barrera frente al otro.
Otro aspecto de la postura corporal es la huella del pasado. Los problemas y las tensiones determinan la postura corporal, hasta el extremo de que con frecuencia una vez pasadas esas tensiones las posturas quedan. Incluso algunas teorías psicológicas consideran que la persistencia de esas posturas es un claro inconveniente a la hora de salir del problema que las ha generado. Es decir, una superación completa de una etapa depresiva requeriría un especial cuidado en la recuperación disciplinada de la postura corporal previa a ese estado, ya que el mantenimiento de la postura de hombros encorvados y otros síntomas peculiares de la depresión retardan la superación real de esa depresión.
¿Te has encontrado a alguien en cuclillas?
La postura corporal tampoco es ajena a la cultura en la que se desarrolla. Como todos los gestos corporales. ¿Qué pensaríamos si en una ciudad occidental nos encontramos a una persona en cuclillas en un parque o incluso en plena calle? Lo primero que vamos a pensar es que su cordura está algo limitada, es una persona rara o está dando rienda suelta a sus necesidades fisiológicas. Sin embargo en otras culturas es una imagen muy habitual.
Las culturas asiáticas tienen entre sus gestos normales el de ponerse en cuclillas. De esta suerte nos encontramos con el hecho de que esta postura es habitual para la cuarta parte de los ciudadanos del mundo. Una de las primeras sorpresas que se lleva un turista europeo en visita de una ciudad japonesa, es precisamente la cantidad de personas que se encuentra descansando en cuclillas en plena calle. O comiendo en la calle en esa misma postura en cuclillas que tanto nos sorprende a los occidentales. Una estampa frecuente en Pekín es la de ver a los viejos en plena calle jugando a las cartas en cuclillas.
Señalemos, en fin, que las posturas de cada cultura determinan también su mobiliario. Lógicamente los muebles son herramientas de la vida adaptadas en cada caso a nuestros usos, costumbres, vivencias, medios y gustos. Lógicamente, el mobiliaria de una casa japonesa, donde las personas están acostumbradas a sentarse en el suelo, no es lo mismo que el mobiliario de una casa occidental, donde la silla, el sillón y el sofá son nuestras herramientas habituales de descanso.