La rosa mosqueta es un tipo de arbusto miembro de la familia rosácea, cuyos frutos y flores tienen una gran cantidad de sustancias beneficiosas para la salud humana, todas ellas utilizables en terapias médicas de tipo naturista/alternativas. En un principio, crecía de modo silvestre, mutando (mejor: evolucionando) hacia los cultivos organizados a medida que se popularizaron sus diferentes propiedades y comenzó el negocio de los (mejor: se comercializaron) productos fabricados con esta planta.
El clima ideal para la rosa mosqueta combina altos porcentajes de humedad, precipitaciones abundantes y zonas montañosas de elevación medio-baja. Se encuentra principalmente en Europa (zona mediterránea), Chile (regiones VII y X), Perú (regiones XI y XII), Estados Unidos (Nebraska, Missouri y Wyoming) y Argentina (provincias de Mendoza, Neuquén, Santa Cruz, Chubut e incluso Río Negro).
Tiene una gran cantidad de propiedades, la mayoría de ellas asociadas al cuidado y regeneración de la piel. Contiene un altísimo porcentaje de nutrientes dérmicos, actuando como poderoso reconstituyente (mejor: reparador) dérmico, fortalecedor de la epidermis y humectante de excelente calidad (en especial para las arrugas de expresión, originadas por la sequedad de la piel).
Las propiedades principales se encuentran tanto en sus pequeños frutos como en sus semillas, ambos utilizados para distintos fines. Por un lado, la cáscara de los frutos tiene un porcentaje muy alto de Vitamina C, mientras que las semillas alojan un aceite cuya composición incluye ácido transretinoico, favorable para la estimulación de las células de la piel y su curación. Los frutos también pueden ser empleados para la fabricación de productos comestibles como dulces y mermeladas o té.
En el mercado de los productos cosméticos, uno de los principales formatos es el de las cremas fabricadas a base del aceite de rosa mosqueta, que trabajan de forma directa sobre la piel, restaurándola notablemente mediante el fortalecimiento de las membranas celulares, la nutrición de las células dérmicas, normalizando la presencia de lípidos y aportando resistencia a la epidermis ante las agresiones de agentes externos (en su mayoría climatológicos como los rayos del sol, el polvo en suspensión, el viento, el frío, el excesivo calor, etc.). Este tipo de cremas también muestra excelentes resultados cuando se las utiliza de forma preventiva, manteniendo la elasticidad de la piel y reduciendo muchas de las arrugas y líneas de expresión.