La rosa mosqueta es una planta nativa del continente europeo, más precisamente, de Reino Unido, lugar en el que se la cultiva extensivamente por su valor ornamental. También es posible encontrársela en estado tanto silvestre como de cultivo controlado a lo largo de la Cordillera de los Andes, incluyendo en este caso a Perú, Chile y Argentina.
Crece en forma de arbusto, capaz de alcanzar los 2-3 metros de altura. Es abundante principalmente en zonas con un clima templado-frío, húmedas y con un suelo no muy rico (sólo requiere una buena cantidad de carbonato para sobrevivir). Puede resistir temperaturas extremas y no se ve afectada por la nieve o las duras heladas invernales.
El fruto que produce se utiliza fundamentalmente para la fabricación de infusiones, licores, conservas, dulces y mermeladas. Su composición química muestra una importante proporción de vitamina C (fundamentalmente en su cáscara), notablemente beneficiosa para el desarrollo y fortalecimiento del sistema inmunológico humano. Los productos fabricados con el fruto de la rosa mosqueta contienen carotenoides, flavonoides y son eficaces astringentes.
De las semillas que deja este fruto se extrae el famoso aceite de rosa mosqueta, muy apreciado en el mercado cosmético tanto para su uso directo como para ser empleado como base de distintas cremas nutritivas, regenerativas y de limpieza dérmica (todas ellas aplicables sólo sobre la dermis y no en mucosas de ninguna clase). Esta sustancia oleosa incluye entre sus nutrientes más importantes dos ácidos grasos esenciales poli-insaturados conocidos como ácido linoleico y ácido linolénico, principales componentes regenerativos para la piel.
Gracias a esta clase de sustancias, la rosa mosqueta es capaz de prevenir la formación de muchas arrugas de expresión por falta de humedad en la piel, redistribuir el pigmento para desaparecer toda clase de manchas, reducir el impacto de la luz en el envejecimiento de la piel (fotoenvejecimiento) y los problemas de la sobre exposición solar. Además, actúa de forma interna sobre las células de las zonas más inferiores de la piel, trabajando sobre las células generadoras de elastina y colágeno, determinantes en la proporción de elasticidad y resistencia de la piel.
Podemos decir que la rosa mosqueta tiene un poderoso efecto rejuvenecedor en cualquiera de sus formas, además de contener sustancias muy favorables para la inmunología ante afecciones de la piel relacionadas con niveles anormales de melanina.