La grasa corporal es uno de los principales enemigos de la salud y la belleza en nuestros días, y para eliminarla debemos encarar una reducción significativa en el total de calorías que ingerimos habitualmente. Con el asesoramiento de un médico, es posible trazar un plan alimenticio que disminuya las calorías consumidas y oriente al cuerpo hacia el consumo de la “energía de reserva” acumulada en los tejidos adiposos.
Uno de los hábitos básicos que deben modificarse es la ingesta de alimentos con altas proporciones de lípidos, ya que éstos aumentan las reservas grasas en el organismo y el cuerpo acaba por utilizar menos energía de la que ingiere. Es importante consumir una cantidad de grasas no superior al 30% de las calorías diarias y en lo posible deberían ser grasas no saturadas, menos perjudiciales a nivel fisiológico.
Las bebidas alcohólicas y el colesterol son otros dos grandes factores problemáticos. El primero de ellos varía según la persona, ya que, a menos que se trate de una adicción, para la mayoría de las personas que ingieren alcohol socialmente es muy sencillo eliminar por completo o reducir a niveles muy bajos, su consumo. El colesterol en cambio es un factor frecuente en las personas de edad media-avanzada, y resulta absolutamente necesario para cuidar la calidad de vida, mantener sus niveles bajo control.
Cuando se consumen proteínas de la carne, es preferible descartar por completo el uso de aderezos y moderar la sal. En el caso del pollo, la mejor opción es a la parrilla o asado, y sin piel, pues en ella se encuentra un gran porcentaje de las grases que las carnes de aves aportan a las dietas. Y en el caso del pescado, lo mejor es optar siempre por cocción con hervor o a la parrilla. Por supuesto, es imprescindible descartar el consumo de frituras y enriquecer la dieta con ensaladas tan completas como sea posible.
Muchas personas limitan también el consumo de lácteos, entre los cuales se incluye obviamente el queso, la manteca, la nata, y los yogures. La manteca puede ser fácilmente reemplazada por aceite de oliva virgen extra. La leche y el yogurt tradicionales son reemplazables por leche y yogurt desnatados. La nata de la leche no tiene sustituto y muestra altos porcentajes de grasas saturadas, por lo que la mejor decisión es apartarla de la dieta.
Finalmente, evitar las harinas blancas (pan y pastas en exceso), las salsas picantes, los embutidos, las frituras, los aderezos, el azúcar refinado (presente en postres y golosinas), las gaseosas y los chocolates (muy ricos en grasas y azúcares). Es posible alimentarse de manera saludable y sabrosa sin necesidad de aportar al organismo más calorías de las que es capaz de consumir. Este equilibrio entre lo que se ingiere y la energía que el cuerpo utiliza es el secreto para evitar las complicaciones que ocasionan la ingesta excesiva de calorías y grasas.