Los aminoácidos son imprescindibles para el normal desarrollo de ciertos ciclos fisiológicos como la liberación/producción de hormonas, la combustión de calorías, la contracción/distensión muscular y la reconstrucción de tejidos, entre muchas otras funciones del organismo.
Aunque habitualmente consideramos a las vitaminas y minerales como potenciadores naturales del efecto de los aminoácidos, resulta necesario vigilar estrictamente sus niveles pues tanto el exceso como la carencia de estos compuestos podrían resultar igualmente perjudiciales para la salud.
Uno de los principales usos de los aminoácidos es en medicina, donde habitualmente se los administra junto a complejos de vitaminas y minerales como terapia para mitigar los efectos de la obesidad, la fatiga prolongada o crónica o los problemas cardiovasculares, además de funcionar como estimulante en la liberación de somatotropina (hormona del crecimiento humano).
En el ámbito deportivo se utilizan algunos aminoácidos como la carnitina, la arginina y la ornitina, aplicables en la mejoría de los tiempos de recuperación muscular, la eliminación de toxinas intra-musculares (residuo típico del ejercicio físico), el aumento de masa muscular y la resistencia de los tejidos musculares ante el esfuerzo físico.
Por lo general, se clasifica a los aminoácidos tomando como punto de referencia el grado de necesidad que el cuerpo humano tiene con respecto a cada uno de ellos. El primer conjunto agrupa los aminoácidos que el cuerpo humano no es capaz de generar por sus propios medios, y reciben el nombre de “aminoácidos esenciales”, mientras que el segundo conjunto nuclea a los aminoácidos que el cuerpo puede generar a partir de los aminoácidos esenciales, y se conocen como “aminoácidos no-esenciales”. En el primer grupo se encuentran la Metionina, Fenilalanina, Valina, Lisina, Treonina, Arginina, Leucina, Triptófano, Histidina e Isoleucina. En el segundo grupo destacan la Glutamina, Cistina, Tirosina, Hidroxipolina, Serina, Alanina, Cisteína, Prolina, Ácido Aspártico y Glicina.
Es importante resaltar que, ante la escasez o ausencia de un aminoácido particular, no sólo se perjudicarán los procesos físicos en los que éste interviene directamente, sino que también se paralizará por completo la producción de todas las proteínas que la necesitan en su estructura. Obviamente, la consecuencia directa de tal fenómeno es la desnutrición, por lo que no sería exagerado calificar de fundamental el cuidado sobre las cantidades de estas imprescindible sustancias.